19 de junio de 2014

Esclava del miedo



No se si me lo enseñaron o lo aprendí observando. Lo cierto ha sido que aprendí desde muy pequeña, que para dejar de ser una esclava de los miedos, había que plantarles cara.


Los miedos están tan acostumbrados a ver temblar, a escuchar llantos y súplicas, que cuando un humano se pone en pié ante ellos y les dice con la mirada fija en sus ojos : “ No correré asustada, no temblaré y no suplicaré”, quedan los miedos tan desconcertados , que empiezan a temer, el no ser temidos. No sé si porque desprecian como el pescador, al pez solitario que logra escapar de la redada, o porque el sentido de la libertad es tan poderoso, que los miedos esclavistas quedan bloqueados por algo que no pueden concebir y les sobrepasa.

Nuestra naturaleza que vive sumergida en la oscuridad de la ignorancia, es una incansable generadora de miedos. Quizás deberíamos fijarnos en como se mueven los ciegos en su oscuridad real. Lo hacen con tanta decisión, que a su lado cualquier persona algo prudente, podría parecer justamente el ciego que no es, en vez del vidente que si es.


¿Es que nunca han tropezado? ¿ Nunca han chocado con una farola, un árbol o cualquier persona...?Sin duda que sí ¿Y no han sentido el dolor y la impotencia? Seguro que sí. Pero los ciegos “ven” con claridad una cuestión. Tienen que volver a ponerse en pié, tragarse el dolor y liberarse de todos los miedos ¡Son ciegos que han asumido su situación!





Nos perdemos tantos momentos buenos por causa de los miedos, que el esfuerzo continuado por evitar las caídas, no compensa de ninguna manera lo que hemos dejado escapar, o se ha marchado.

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