19 de junio de 2014
Reflexiones a media noche
Hay veces que nos sentimos tan dañados que la única forma de relajarnos es soltar amarras a todo eso que nos daña, y en ese momento tan humano, nos convertimos en una olla hirviendo y soltamos burbujas y vapor tipo cafetera. Pues parece que, al dejar que salga por nuestra boca los mayores improperios… desalojando de dentro todos esos sapos y culebras, con ello; es como si, todas nuestras cuitas poco a poco quedasen atrás, como si le diera al aire por llevárselas, pero, qué pocas veces nos detenemos a escuchar todo lo que decimos, ya que con el orgullo; el honor herido, somos capaces de creernos hacedores de las más grandes torturas, así pasa que luego en el día a día compruebas que todo eso que pensábamos hacer, o todo eso que nos duele y nos afecta y nos lleva a estallar, casi hasta, se vuelve en contra, o al menos a mí me sugiere esa sensación como de que, de todo lo pensado no hemos podido hacer nada, más bien todo lo que diseñamos hacer con nuestro “torturador”, pues vemos que a la corta nos ocurre a nosotros y, todo ese momento violento que nos creemos más capaces que Torquemada. Al final, qué pocas veces nos saldamos con la razón de todo eso que estábamos muy seguros de poder hacer: Pagar con el mismo daño que nos otorgaron o simplemente crear justicia, o dueños de una opinión justa...
Pero sé, que la rabia es algo tan fuerte qué o la dejas salir o se apodera de ti, te enferma y pudre, y de la misma forma sé, que conseguir hacer mutar todas esas sensaciones desde dentro para que ese después sea más tranquilo o por lo menos no nos afecte, y sobre todo, no por ser buenos, simplemente por tranquilidad propia y poder acudir cada vez que nos hieren a aquello de: “Qué la vida le cobre” De la misma forma sé pues que no es sencillo, pero sé que cuando se consigue, es como si te quedases al margen, pues cuando nos dañan, el daño está hecho y demostrar que no somos de lo que nos acusan, que lo que pensábamos no era más que el fruto del momento, pues a veces ni el tiempo lo demuestra que somos propietarios de cualquier razón, al menos a tiempo.
Aunque quizás, la diferencia entre ir demostrando que te han hecho y que no tenían razón, o que has opinado ligeramente, sé que ante callarse y esperar, consiguiendo ante todo, una calma que cuesta dominar, pero cuando la consigues, me da la sensación de que es sólo entonces, cuando el universo humano, quizás por química, confabula en señalar culpables e inocentes en su justa medida.
Pero si lo pienso, nadie somos inocentes ni culpables, simplemente son todas esas cosas de la vida donde vivimos al momento, con unos intereses que nos arrastran pensando que podemos agarrar el devenir y con nuestra idea, así de simple, llevarla a cabo, poner si hace falta zancadillas y pretender quedar como el más bueno… y así me queda a mí esta sensación que la vida del día a día, por mucho que queramos solo es justa al tiempo, cuando todos hemos pasado por algo similar para poder entender las causas, y entonces, no todos pero si muchos, somos capaces de dar, y sólo entonces, un juicio realmente justo, pero claro, ¿quién es el calmado qué tiene memoria y paciencia para esperar para opinar, defenderse, y cientos de etc.,? Nadie, pues todos vivimos a lo que es la realidad, e inevitablemente al golpe del momento, ¿o yo estoy equivocada?
Sólo noto qué todo eso que en un momento nos descontrola, qué puede marcar un antes y un después en cualquier situación de la vida y con ello llenarnos de desconfianzas y daños irreparables, no digo si pensáramos más, pero si dejásemos salir menos al niño pataletas que llevamos de continuo a lo largo de nuestra vida, y más, el alma de niño… quizás, pienso e igual me equivoco, seguramente nos tropezaríamos con menos muros propios, ya que, siento como que, el peor de los muros a atravesar y derribar siempre es nuestro, aunque con los años, la vida me demuestra que, puedes estar muy tranquilo interiormente, pero la vida, la gente, con ese tropezar a diario, nos trae tantos ladrillos no precisamente para construir con ellos, y pegotes de harina no para hacer pan, sino para hacer engrudo, y con todo ello, parece que acabamos haciendo del mundo un lugar empegotado, resbaladizo y, con sabores tan amargos… qué no me extraña que acabemos soltando sapos y culebras en vez de calmarnos y pensar... a pesar de que, lo que hoy decimos, siempre, pero siempre, mañana nos revierte.
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